Cuando dos o más sustancias puras se mezclan y no se combinan químicamente, aparece una mezcla. Una mezcla puede ser separada en sus componentes (sustancias) simplemente por métodos físicos. Estas pueden ser clasificadas en homogéneas y heterogéneas. |
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a) Mezclas heterogéneas: no son uniformes; en algunos casos, puede observarse la discontinuidad a simple vista (sal y carbón, por ejemplo); en otros casos, debe usarse una mayor resolución para observar la discontinuidad. |
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b) Mezclas homogéneas: son totalmente uniformes (no presentan discontinuidades al ultramicroscopio) y presentan iguales propiedades y composición en todo el sistema, algunos ejemplos son la salmuera, el aire. Estas mezclas homogéneas se denominan soluciones. |
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El límite
a partir del cual se distinguen los sistemas heterogéneos de los
sistemas homogéneos lo constituye precisamente el
ultramicroscopio. Los diferentes sistemas homogéneos que constituyen el
sistema heterogéneo se denominan fases.
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Existen gran número de métodos
para separar los
componentes que forman una mezcla; en realidad, cada mezcla implicará
el uso de uno o más métodos
particulares para su separación en los componentes individuales. Describiremos brevemente solo algunos
de estos métodos:
a) filtración:
permite separar sólidos suspendidos
en un líquido. Implica el pasaje de todo el
líquido a través de un filtro, una placa de vidrio, etc.
b) destilación:
permite la separación de sustancias de diferente punto de
ebullición. Consiste en procesos de evaporación - condensación en los cuales
se va enriqueciendo la fase vapor en el componente más volátil.
c) disolución:
permite separar un sólido soluble en algún líquido de otro que no lo es.
d) reparto:
separa sustancias de diferente solubilidad en otra fase. Consiste en
adicionar otra fase al sistema en la cual se disuelva en gran proporción alguna
sustancia del sistema original.
Una extensión más
sofisticada de los últimos dos
métodos, lo constituye la
cromatografía.
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domingo, 14 de septiembre de 2014
Mezclas
lunes, 3 de marzo de 2014
Potencialidad de la sexualidad humana: Reproductividad.
La potencialidad de reproducirnos es consecuencia directa del hecho
de ser seres vivos. La sexualidad humana se ha desarrollado con sus
múltiples niveles de manifestación y complejidades de organización e
integración, como resultado de la necesidad de la especie humana de
reproducirse eficientemente. Parece paradójico, pero la necesidad actual
de los grupos sociales por desarrollar patrones reproductivos menos
azarosos, es resultado precisamente de que nos es indispensable
optimizar nuestras estrategias de permanencia, de reproductividad.
Por reproductividad se quiere decir: tanto la posibilidad humana de
producir individuos que en gran medida sean similares (que no idénticos)
a los que los produjeron, como las construcciones mentales que se
producen acerca de esta posibilidad.
Existen consecuencias evolucionarias de la mayor trascendencia en el
hecho de que los seres humanos no nos reproducimos como réplicas exactas
de nuestros predecesores, consecuencias que han sido resumidas por los
estudiosos de la evolución de las especies (Gallup, 1986). Desde luego,
el tema de la reproductividad parece ser identificado de inmediato con
nuestra condición biológica y es en ese nivel en el que generalmente se
estudia, sin embargo, la reproductividad humana es un holón sexual que
tiene manifestaciones psicológicas y sociales de la mayor importancia y
no se limita al evento biológico de la concepción, embarazo y parto. Hay
manifestaciones de nuestra reproductividad en hechos tan lejanos de la
concepción corno el acto educativo mismo. En el momento en que escribo
estas líneas… de varias maneras estoy expresando mi reproductividad.
En el nivel biológico de la reproductividad, existe una riqueza de
conocimiento que literalmente aumenta día con día en el mundo actual.
Los avances más notables de la ciencia biológica en los últimos años, se
localizan precisamente en el esclarecimiento del nivel molecular, es
decir, de la posibilidad de definir la composición química de las
moléculas que regulan el hecho reproductivo. El descubrimiento de la
composición del ácido desoxirribonucléico (DNA), matriz de la
reproductividad de los seres vivos, ha disparado las posibilidades de
nuestro entender hacia límites que están aún por descubrirse (ver
Castañeda, 1985). El DNA, su acomodo en genes, así corno su
empaquetamiento en los cromosomas, constituyen el objeto de estudio de
la genética, ciencia que promete respuestas a una multitud de problemas
humanos. En el plano del organismo, la reproductividad se manifiesta en
la serie de estructuras corporales conocidas como aparatos
reproductores. Su funcionamiento, las posibilidades de control de la
reproducción sin evitar la interacción erótica, así corno para lograr su
consecución cuando está problematizada, constituyen temas comunes de la
reproductividad.
El plano psicológico de la reproductividad humana suele ser ignorado
con mayor facilidad que los temas biológicos. Resulta claro observar
cómo la función reproductiva no termina con el nacimiento de un nuevo
ser, la función de maternidad y paternidad se prolonga de hecho muchos
años antes de poder considerar completo el evento reproductivo. Otros
temas psicológicos suelen ser relevantes: la reproductividad, como
anotamos no se limita a la reproducción biológica, sino que puede
expresarse a través de la maternidad y paternidad en adopción o bien, a
través del ejercicio de muchas actividades humanas cuyo resultado final
es la reproducción de la complitud del ser humano.
En el plano sociológico, la reproductividad suele estudiarse en
temáticas como las significaciones sociales del hecho reproductivo y la
contracepción. La institucionalización de las políticas reproductivas,
los procesos sociales ante la reproducción humana que son base de los
fenómenos demográficos, son expresión, en el plano sociocultural, de la
reproductividad.
Potencialidad de la sexualidad humana: Vínculos afectivos.
Ninguna consideración sobre lo sexual puede estar completa sin
incluir el plano de las vinculaciones efectivas entre los seres humanos.
El desarrollo de vínculos efectivos es resultado de la particular
manera en que la especie humana evolucionó. A mayor tiempo de
desarrollo, mayor necesidad de cuidado.
Una vez rotos los vínculos físicos prenatales, la presencia de
afectos intensos relacionados con los otros se constituye en la forma de
garantizar el cuidado y el desarrollo. La especie humana tiene un
tiempo de desarrollo del individuo adulto extremadamente prolongado, el
cuidado parental y la permanencia de apoyo entre el par de
engendradores, se traducen en estabilidad y aumento de las posibilidades
que tiene la especie de permanecer en el mundo.
Por vinculación afectiva interpersonal comprendemos: “La capacidad de
sentir afectos intensos por otros, ante la disponibilidad o
indisponibilidad de ese otro/a, así como las construcciones mentales
alrededor de los mismos”.
La forma más reconocida de vinculación afectiva, es el amor. Sin
embargo, y contra lo que suele pensarse, se le puede dar el mismo nombre
a formas de vinculación afectiva totalmente diferentes y hasta
opuestas. Ocurre que por
amor se entiende tanto la necesidad imperiosa de contar con la presencia
de alguien, al punto que se siente indispensable para la vida: “yo sin
ti no puedo vivir”, como el supremo acto de ofrecer la vida por otro:
“me muero por ti”, se le llama amor tanto al gozo de ver al ser querido
feliz, como al dolor que experimentamos cuando nos abandona. Esta
situación plantea problemas conceptuales que pueden resolverse si
identificamos el componente indispensable de todas estas situaciones: la
presencia de resonancia afectiva intensa. Es esta resonancia afectiva
la que se hace presente por la interacción entre los significados de los
otros holones de la sexualidad. Los seres humanos nos vinculamos
gracias a que los afectos provocados por los otros, (o por él o la
otro/a) son lo suficientemente intensos como para tratar de mantenerlos o
evitarlos. El amor es una forma ideal de vinculación.
Del amor se han ocupado casi todos los escritores en el mundo
occidental (ver por ejemplo Hutchins, 1988). Las características del
vínculo afectivo amoroso, es decir, de la forma ideal de vinculación,
han sido revisadas por varios autores. Uno de los mas conocidos es Erich
Fromm (1991) quien enumera las características del amor: “El amor tiene
un carácter activo, el amor da y además tiene cuidado, responsabilidad,
respeto y conocimiento por la otra persona con la que experimentamos
afectos intensos”.
El estudio de las vinculaciones efectivas entre los seres humanos
tiene contenidos en todos los niveles en los que los otros holones
sexuales se manifiestan. Las bases biológicas de estos fenómenos
empiezan a identificarse, cuando menos en lo que se refiere a algunas
formas de vinculación afectiva como el amor romántico, el enamoramiento y
posiblemente la matriz del vínculo materno-infantil.
La experiencia subjetiva del amor y los patrones de vinculación
(llamado por algunos autores patrones de apego), constituyen temas
centrales en la psicología. El establecimiento de la pareja humana, su
formación, ciclo y disolución, así como la institucionalización de los
vínculos efectivos a través del matrimonio, su disolución a través del
divorcio y otras formas de terminación de vínculo, así como la
regulación institucional y legal de estos procesos, se estudian por
métodos de la psicología de la interacción, la psicología social, la
sociología y la antropología. Finalmente, muchos de los fenómenos
demográficos como las migraciones y los patrones de formación de
uniones, están relacionados en alguna medida con los fenómenos de la
vinculación humana.
Potencialidad de la sexualidad humana: Erotismo.
El erotismo es un elemento de la sexualidad que nos remite a las
experiencias más comúnmente identificadas como sexuales. En algunas
mentalidades, sexualidad es erotismo. Aquí como se ha visto, lo
consideramos como uno más de los holones de lo sexual. Cuando en
nuestras pláticas cotidianas hablamos de experiencias sexuales, casi
siempre nos referimos a experiencias en las que se experimentan los
cambios corporales que han hecho que los científicos
empírico-positivistas, encuentren en la experiencia de excitación y
orgasmo, la manera más eficaz para la operacionalización del concepto de
conducta sexual. Otra vertiente de pensamiento identifica al erotismo
con el amor, porque la vivencia erótica está muy frecuentemente
relacionada con la experiencia amatoria (entre otras razones por las
identificadas por Reiss, 1986, ver arriba). Sin embargo, es posible que
la experiencia erótica, sea tenida en contextos no amatorios, por lo que
pienso que, para mayor claridad de conceptos, es preferible identificar
al erotismo con el componente placentero de las experiencias corporales
(individualmente vividas o, más frecuentemente, en interacción con
otro), en las que se presentan los procesos de activación de respuesta
genital y corporal (muchos de estos procesos ocurren -de hecho- lejanos a
los genitales, en el sistema nervioso central).
Por erotismo entendemos: los procesos humanos entorno al apetito por
la excitación sexual, la excitación misma y el orgasmo, sus resultantes
en la calidad placentera de esas vivencias humanas, así como las
construcciones mentales alrededor de estas experiencias.
Al igual que los otros holones sexuales, el erotismo tiene niveles de
manifestación biológica, pero son sus componentes mentales,
especialmente en lo que se refiere a las representaciones y
simbolizaciones, así como a la significación social y su regulación, lo
que hacen del erotismo, una característica específicamente humana.
El reciente prestigio de la sexología corno ciencia, de manera
especial entre los médicos, es debido al esclarecimiento de muchos de
los procesos fisiológicos responsables de la experiencia erótica humana.
Si bien en este campo del conocimiento aún existen lagunas importantes,
mucho se ha avanzado en la formulación de modelos que explican la
biología del erotismo. La forma más aceptada de conceptualización de la
fisiología del erotismo humano, es verlo como el resultado de tres
procesos fisiológicos interdependientes, concurrentes, pero distintos:
El deseo o apetito sexual, la excitación y el orgasmo (Kaplan, 1979).
No obstante, como se ha insistido, no es posible limitar la temática
de ningún holón sexual a sus dimensiones biológicas sin perder la
posibilidad de una comprensión integral. De manera similar a lo que
sucede con el género en la identidad genérica, todos desarrollarnos una
identidad erótica. La simbolización de lo erótico es uno de los
mecanismos más poderosos por lo que el erotismo se integra al resto de
nuestra sexualidad y de hecho, al resto de nuestra vida. Los sociólogos y
antropólogos, han identificado guiones de conducta erótica en cada una
de las culturas que han venido estudiando. Una de las primeras
consecuencias del estudio transcultural, es la identificación de códigos
de conducta tan diversos, que permiten la visualización del carácter
relativo de las normas de conducta erótica vigentes en la cultura.
Potencialidad de la sexualidad humana: Género.
En la evolución de los seres vivos apareció en cierto momento el
-sexo, es decir, el hecho de que en un mismo tipo de organismo (una
misma especie) surgieron dos formas. Los científicos le llaman a esta
cualidad de los seres vivos dimorfismo, que quiere decir dos formas. La
base biológica del género es el dimorfismo, y éste es la base para la
conformación del segundo elemento de la sexualidad que consideraremos.
En este contexto, entendemos género como la serie de construcciones
mentales respecto a la pertenencia o no del individuo a las categorías
dimórficas de los seres humanos: masculina y femenina, así como las
características del individuo que lo ubican en algún punto del rango de
diferencias.
El género, al igual que los otros holones sexuales, tiene
manifestaciones en todos los niveles de estudio de nuestra naturaleza
humana. La dimensión humana del género, expresión de este holón, permea
casi toda la existencia humana. Es por medio del género que los grupos
sociales realizan una multitud de interacciones. La identidad misma, es
decir, el marco mental interno de referencia de nuestro ser está
construido en el género como elemento central.
En sus niveles biológicos, existen desarrollos importantes que hay
que considerar: la determinación del mismo, los múltiples niveles en los
que opera en proceso prenatal y postnatal de diferenciación sexual
(genérica), las manifestaciones anatómicas (más que evidentes) del
dimorfismo, las manifestaciones (menos evidentes) del dimorfismo en el
sistema nervioso central, entre otros temas.
En el plano psicológico, el género adquiere relevancia central en la
conformación de la identidad individual. La identidad es el marco
interno de referencia que nos permite respondemos quiénes somos, qué
hacemos, qué queremos y a dónde vamos. Uno de los principales
componentes de la identidad es precisamente el género, en la llamada
identidad genérica: yo soy hombre, yo soy mujer. La identidad de género
es tan importante en el desarrollo humano que cuando no puede
conformarse el desarrollo completo se detiene. Este concepto, tal como
se usa en la actualidad, fue articulado por John Money y Anne Erhardt
(Money y Erhardt 1972) como la mismidad, unidad y persistencia de la
individualidad personal como hombre, mujer o ambivalente, en mayor o
menor grado, especialmente como en los planos de la autoconciencia y la
conducta (Money, 1980).
La expresión pública de nuestra identidad genérica se llama papel
sexual o papel genérico (también llamados roles sexuales o genéricos).
Cuando estos papeles sexuales son estudiados en los grupos humanos, es
posible la identificación de guiones que dictan lo que es esperado por
el grupo en función del género de los individuos y la sociedad norma
muchas de sus interacciones en función de estas conceptualizaciones. El
género, y su institucionalización en papeles, estereotipos. y guiones,
es uno de los filtros más eficaces para la regulación del poder entre
los seres humanos.
martes, 21 de enero de 2014
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