La potencialidad de reproducirnos es consecuencia directa del hecho
de ser seres vivos. La sexualidad humana se ha desarrollado con sus
múltiples niveles de manifestación y complejidades de organización e
integración, como resultado de la necesidad de la especie humana de
reproducirse eficientemente. Parece paradójico, pero la necesidad actual
de los grupos sociales por desarrollar patrones reproductivos menos
azarosos, es resultado precisamente de que nos es indispensable
optimizar nuestras estrategias de permanencia, de reproductividad.
Por reproductividad se quiere decir: tanto la posibilidad humana de
producir individuos que en gran medida sean similares (que no idénticos)
a los que los produjeron, como las construcciones mentales que se
producen acerca de esta posibilidad.
Existen consecuencias evolucionarias de la mayor trascendencia en el
hecho de que los seres humanos no nos reproducimos como réplicas exactas
de nuestros predecesores, consecuencias que han sido resumidas por los
estudiosos de la evolución de las especies (Gallup, 1986). Desde luego,
el tema de la reproductividad parece ser identificado de inmediato con
nuestra condición biológica y es en ese nivel en el que generalmente se
estudia, sin embargo, la reproductividad humana es un holón sexual que
tiene manifestaciones psicológicas y sociales de la mayor importancia y
no se limita al evento biológico de la concepción, embarazo y parto. Hay
manifestaciones de nuestra reproductividad en hechos tan lejanos de la
concepción corno el acto educativo mismo. En el momento en que escribo
estas líneas… de varias maneras estoy expresando mi reproductividad.
En el nivel biológico de la reproductividad, existe una riqueza de
conocimiento que literalmente aumenta día con día en el mundo actual.
Los avances más notables de la ciencia biológica en los últimos años, se
localizan precisamente en el esclarecimiento del nivel molecular, es
decir, de la posibilidad de definir la composición química de las
moléculas que regulan el hecho reproductivo. El descubrimiento de la
composición del ácido desoxirribonucléico (DNA), matriz de la
reproductividad de los seres vivos, ha disparado las posibilidades de
nuestro entender hacia límites que están aún por descubrirse (ver
Castañeda, 1985). El DNA, su acomodo en genes, así corno su
empaquetamiento en los cromosomas, constituyen el objeto de estudio de
la genética, ciencia que promete respuestas a una multitud de problemas
humanos. En el plano del organismo, la reproductividad se manifiesta en
la serie de estructuras corporales conocidas como aparatos
reproductores. Su funcionamiento, las posibilidades de control de la
reproducción sin evitar la interacción erótica, así corno para lograr su
consecución cuando está problematizada, constituyen temas comunes de la
reproductividad.
El plano psicológico de la reproductividad humana suele ser ignorado
con mayor facilidad que los temas biológicos. Resulta claro observar
cómo la función reproductiva no termina con el nacimiento de un nuevo
ser, la función de maternidad y paternidad se prolonga de hecho muchos
años antes de poder considerar completo el evento reproductivo. Otros
temas psicológicos suelen ser relevantes: la reproductividad, como
anotamos no se limita a la reproducción biológica, sino que puede
expresarse a través de la maternidad y paternidad en adopción o bien, a
través del ejercicio de muchas actividades humanas cuyo resultado final
es la reproducción de la complitud del ser humano.
En el plano sociológico, la reproductividad suele estudiarse en
temáticas como las significaciones sociales del hecho reproductivo y la
contracepción. La institucionalización de las políticas reproductivas,
los procesos sociales ante la reproducción humana que son base de los
fenómenos demográficos, son expresión, en el plano sociocultural, de la
reproductividad.
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